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sábado, 25 de diciembre de 2010

MI VIDA

El vacío inunda mi vida, tengo la sensación de estar viviendo un sueño infernal en el que, la cosa más bonita del mundo, desaparece para siempre.


Pero no es una pesadilla, es real, algo que me ha dejado el alma rota, el corazón partido, el dolor quiere salir de mi interior, intentando romper las paredes de mi cuerpo que cubren mis órganos, pero no puede, se está acomodando, encontrando su sitio, creo yo, para siempre.


Le veo por donde quiera que voy, pero no está, sólo en mi mente disfruta de la vida, pero es irreal la realidad es que ha desaparecido de nuestro lado, dejando nuestros cuerpos, aquí en la tierra, esperando a que se acerque a nuestro lado para acariciarle, para darle un premio o para que le saquemos hacer pis...


Quiero que vuelva, hacer desaparecer los días vividos, que han sido un suplicio, para el y también para nosotros.
Tengo en la mente el día que le dejamos para no verle más, ni por un segundo pensé que eso pudiera pasar. 
Teníamos la esperanza de que saliera de esta, un perro fuerte, sano y querido como ningún otro, no podía morirse así como así.
Pero el de arriba, si es que existe algo ahí arriba, que lo dudo, se lo ha llevado para siempre, los años han podido con el.


Me reconcome por dentro no haberle podido ayudar más, no saber como se sentía, sufrió mucho o no, no sabemos nada porque hasta el último momento no se quejó, simplemente se consumía sin saber nosotros lo que le estaba ocurriendo.
Te miraba con su carita, la mitad negra y la otra mitad blanca, como diciendo que ocurre, porque lloras, estoy malo, pero sigo aquí.


Su expresión se había marchitado, y sus patas no soportaban su escaso peso, pero cuando te acercabas a su lado para acariciarle,  
levantaba la cabeza y dejaba que posaras tus manos en su delicado cuerpo destrozado por dentro.


Ahora que no está necesito acariciarle, darle besitos y verle corretear ladrando detrás de los gatos, pero eso ya no puede ocurrir, aunque lleve su olor por donde quiera que voy y vea su figura menuda andando despacio olisqueándolo todo.


Jamás le olvidaremos y siempre será para nosotros, "nuestra cosita bonita", uno más de la familia que ha desaparecido de nuestra vida, llevándose con el, la mitad.


Te echaremos de menos, mi niño, mi querido perro SPOT.





sábado, 18 de diciembre de 2010

FRASE DE LA SEMANA

"VIVIR EL DOLOR DEL QUE ESTÁ SUFRIENDO, CUANDO LE QUIERES, POR ENCIMA DE TODO,
ES SUFRIR CON EL". 

domingo, 12 de diciembre de 2010

ROCÍO: MUJERES DE MADRID.

Lo primero que hizo Rocío al entrar en la galería fue buscar a Albert.


Echo un rápido vistazo, no le encontraba, entre tanta gente. Aquello era enorme, las paredes tan blancas, contrastaban con el colorido de los cuadros.
Los techos eran increíblemente altos, decorados con grandes grabados y enormes lámparas todas ellas de cristales que dibujaban en el suelo y paredes diminutos circulitos de colores reflejados por la luz, todo en conjunto daba una placentera sensación de amplitud, acompañado además por unos suelos extremadamente brillantes de mármol blanco roto.


Rocío paseaba observando los cuadros de otros artistas, algunos conocidos otros no tanto. Absorta con tanta belleza disfrutaba del talento arrollador de su gran amigo Albert, que en esa ocasión exponía con ella.
Su arte tan peculiar como él, nacía de sus manos con tanta facilidad como se bebe el agua.
Esas pinceladas sueltas, abstractas, extrañas, se debatían entre la diversidad y la sencillez, resultando ser para el observador una  elegante obra de arte.
Volvió a buscarle entre la multitud, allí estaba hablando alocadamente con un grupo de personas que le escuchaban abobados.
Su sombrero blanco y negro resaltaba entre todos, Rocío se pregunto como no le vio antes.
Los pantalones de cuadros de Dolce Gabbana que llevaba, le sentaban bien, a juego con la camisa negra ajustada que le marcaba sus pectorales de gimnasio. Estaba hecho un pincel.


Rocío se acerco a él, la perilla le favorecía mucho, haciéndole aún más atractivo.
Albert la vio acercarse, su sonrisa iluminó la galería, se deshizo del grupo y fue a su encuentro.
Albert le dio un abrazo tan fuerte que casi le rompe una costilla.
- Quita que no me dejas respirar!!
- Estás increíble. Esa gabardina que llevas me encanta, encima hace juego con tus botas. Estás que rompes!!
- Tu también, tenía ganas de volver a verte.


Albert le dio otro apretón esta vez no tan fuerte, que Rocío recibió de buena gana. La colonia de Boss, era la misma de siempre y el aroma se le introdujo en su cabeza buscando recuerdos olvidados, dibujando en su boca, espachurrada contra el hombre de Albert, una sonrisa, instalándose en el hueco reservado a la nostalgia de su cerebro.
- Cuéntame que tal el viaje.
- Bien. A mi jet privado no le falta de nada.
Los dos rieron.
- Estás cansada?
- La verdad es que sí, el avión llevaba horas de retraso, hemos estado cuatro horas en el aeropuerto esperando a que llegara, ha sido agotador.
- Bueno ya estás aquí. Quiero presentarte a alguien.


Albert y Rocío caminaron cogidos del brazo, hablando como dos cotorras por el camino hasta donde le llevaba él.
Un camarero les ofreció dos copas de vino, que cogieron con gusto.
Esas botas que tanto le gustaban a Albert la estaban matando, pocas veces se pone esos taconazos y rezaba por que llegara la hora de quitárselas.
- Hola Pierre. Te presento a mi buena amiga Rocío.
- Hola Rocío, Albert me ha hablado tanto de ti que parece que te conozco de toda la vida.
- Encantada.
- Lo mismo digo.
- Pierre es un galerista muy conocido en todo el mundo. Ha visto tus obras y le encantan. Le he comentado que tienes una galería en Madrid con mucho éxito en la que también expones tu.
- Tu arte es increíble. 
- Es fácil para mi, tengo el don que heredé de mi padre. Intento hacer lo que me dicta el corazón y lo consigo. Gracias, me siento alagada.
- Albert me ha contado muchas cosas de ti, eres buena con los negocios y necesito en mi equipo alguien como tú, además de tu talento.
- De que se trata, me tienes intrigada.
- Quiero abrir una galería en París, solo y exclusivamente de mujeres, artistas femeninas, de todas las nacionalidades. No han de ser conocidas todas tiene que ser la primera vez que expongan.
- Es algo arriesgado. No?
- Quizás, pero me gusta el riesgo, aventurarme y casi siempre me sale bien, por no decir siempre.
- Que piensas sacar de todo ello.
- Simplemente quiero ayudar, económicamente no quiero nada. Ahora, si algo sale, será bien venido.
- Y yo que pinto en todo esto. Nunca mejor dicho.
Todos rieron.
- Necesito que lo lleves tú. Con la ayuda de mi equipo. Que te parece?
- Puedo pensarlo, es en París tendría que mudarme unos meses allí.
- No te preocupes por nada yo me ocupo de eso. 
Rocío miró a Albert  de reojo, que no dejaba de sonreír a Pierre, enseñando las fundas de sus dientes, tan blancas como la nieve. 
- Nos disculpas.
- Como no.
Rocío estaba nerviosa quería hacerlo pero la distancia... su galería... tenía que dejarlo todo unos cuantos meses, bastantes meses. 
Y Juan, debería contar con él antes de decidir nada. Estaba hecha un lío y Albert no le ayudaba mucho, seguro que solo pensaba en acostarse con Pierre.

En el mismo instante en el que iba a hablar con Albert, sonó el teléfono. Rocío estaba contenta por la propuesta de Pierre. le latía el corazón a mil por hora, era el momento de contárselo a Juan. El le ayudaría a decidir, seguro que la apoyaba en esto. 
Miró el teléfono, número desconocido. Que raro, pensó. 
Antes de contestar, le dio un vuelco el corazón. 
Le sobrevino una extraña sensación, algo no iba bien...



viernes, 3 de diciembre de 2010

reunión en el bar: mujeres de Madrid


Irene y Rocío se encontraban sentadas en una de las mesas con mejores vistas, del café. A través de los cristales, veían la calle mas transitada del centro de Madrid.
Embelesadas con el gentío de fuera y las hermosas calles, las chicas disfrutaban mientras esperaban a su amiga Sara.

De fondo la música, en este caso, La Oreja de Van Gogh, les proporcionaba un paseo por sus propias vidas, al escuchar las letras de esas canciones, que tarareaban en sus mentes.

Irene pensativa, recordando la angustia en su estómago, su "Querido Jefe"
Rocío ensimismada mirando el exterior y a la gente pasar experimentando el dolor del reencuentro con su "Querido ex".
Las dos en silencio, sin emitir ni una sola palabra que alterara aquel momento pensativo y solitario entre las dos mujeres, esperando a Sara, sin imaginarse ninguna que la mas angustiada de las tres, era la que aún no había llegado.

En ese momento, Sara entró por la puerta del hermoso café, a ella la música no le despertó ningún sentimiento, casi ni la oía, su sombra se dibujaba en el suelo, donde miraba Sara. Ese día no disfrutaba en absoluto con el contacto de la gente. Quería llegar rápido  a la mesa, con sus dos grandes amigas, con ellas se sentía arropada.


Se sentó sin decir nada, las tres en silencio. El camarero se acercó, e Irene  pidió los cafés.
- Chicas parecemos tres zombis. -Dijo Irene
- Yo desde luego, no me apetece ni respirar. -Replicó Sara sin ganas.
- Pues anda que yo. Tengo un lío en la cabeza que no es normal. Creía que mi vida, ero la vida que yo quería. -Dijo Rocío.
- Que dices loca!! Si tu eres super-cerebral, algo fuerte te ha pasado para que tú, digas eso.


Irene esperó intrigada a que su amiga Rocío le contara algo.
Aquella conversación se fue animando por momentos. 
Ya mas relajadas las chicas se contaban sus nuevos pensamientos.


- Ángel ha vuelto a mi vida. Después de tantos años sin saber nada de él, ahora se presenta, para contarme que se ha quedado muy solo. - Comentó Rocío por fin.
- Y tú como te sientes?
- Yo estoy bien pero han vuelto a mí, sentimientos que creía haber olvidado.
- Que te contó. -Preguntó Sara.
- Su mujer murió por una enfermedad de esas, que tiene poca gente, una de cada diez, no se su nombre, es algo raro.
- Pobrecillo, no?
- Pues no, pobrecilla yo, en su momento, cuando me dejó tirada por ella. No le deseo mal a nadie, pero ahora pienso en mí.
Las chicas se fijaron en Sara de repente, las manos de ella tapaban su rostro, desesperada por el infierno que vivía desde hacía un mes.


-Sara que ocurre. -Le consolaba Irene, pasándole el brazo por los hombros.
- Estoy fatal, no pudo dormir ni comer, no vivo. Quiero desaparecer, para que no vuelva a hacerme daño.
- De que hablas, Sara??
- Tengo problemas en el trabajo... Mi nueva jefa...
Sara bajaba la cabeza avergonzada.
- No puedo creerlo!! -Gritó Irene. Está sufriendo acoso en el trabajo, vete sin pensártelo dos veces. Se acabó!!
- Eso es lo que quiero, voy a pedir un excedencia de un año, iré a ver a mis padres.
- Estás segura?? -Rocío lo preguntó sorprendida.
- Sí, ya lo he pensado.
-No vas a denunciarles??
- De momento me voy, no quiero saber nada más. No sé si volveré. Ya veremos. Ahora necesito un cambio de vida.
- Hija, siento lo que ha pasado, no puedo ni imaginar el infierno por el que has tenido que pasar.
- Ya pasó. Lo único que puedo hacer es seguir adelante con mi vida.
- Cambiando de tema.  Y tú, Irene? Que pasa con tu querido jefe.
- Joder!! Que me he enamorado de él.
Las tres chicas rieron al unísono, Irene siempre les intentaba sacar una sonrisa, sus historias se convertían en una, cuando se las contaban las unas a las otras.
En verdad todo parecía menos problemático, de lo que a solas, les parecía a ellas.
Sus encuentros en ese café, en el que la música les sacaba de sus presentes vidas para llevarlas al pasado, la luz de las velas, hacía que sus siluetas se proyectaran en las paredes, sentadas en  aquéllas sillas, tomando café calentito, viendo a la gente pasar por las calles, llorando, riendo, hablando y sintiendo, les devolvía el espíritu que perdían por el camino de la vida, intentando superar todos los días los obstáculos que hacían más fuerte su amistad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

SARA: Mujeres de Madrid




Sara entra a tomarse un café, en la cafetería al lado de donde trabaja.
Huele a bollo recién horneado, pero ella no toma nada. 
Aunque ese olor la encanta, le trae recuerdos de la niñez, cuando pasaba por la pastelería de cerca de su cole, compraba un donut recién hecho y lo guardaba como oro en paño, para el recreo, momento en que las tripas, emitían acordes parecidos a los de un tambor.

Ese día en Madrid hace frío, sus trajes de chaqueta de lana y el abrigo hasta los pies, que tapan sus botas negras, no impiden que el aire gélido le cale los huesos.

Entra en el edificio de oficinas del Paseo de la Castellana. Allí lleva trabajando desde que salió de la universidad.

Sara está nerviosa, pues el cambio de jefa no le hace ninguna gracia.
Clara se fue a otra empresa con mejores condiciones cosa que no se pensó ni por un instante. Pero que Sara lamenta.

Su relación era muy buena, se consideraban un equipo, no amigas pero si, confidentes. El trabajo con ella se hacía especialmete divertido.
La echaría mucho de menos.
Al entrar se le cambió la cara, vio a Pilar sentada en su mesa siempre era un placer ver a semejante "Diosa"
Pilar la miró y echo una sonrisa, Sara la correspondió, pero de otra manera que Pilar seguro no entendió.

Caminaba despacio por la oficina, sin interés alguno, hacia su  mesa al lado del despacho de su nueva jefa. Que conocería muy pronto.

Se quitó el abrigo, lo dejó en el perchero y encendió su ordenador.

Al fondo un cuerpo esbelto, con tacones de vértigo se acercaba altiva a ocupar el vacío de Clara.


- Hola. Debes ser  Irene mi secretaria.
-Hola. Sí, lo soy. -Contestó con pocas ganas.
- Trabajaremos codo con codo. No quiero fallos y exijo la misma lealtad que has llevado a cabo con Clara. ¿De acuerdo?

Sara se enfadaba por momentos la impresión que le había dado ese ser era bastante mala.


- Soy una profesional y me gusta mi trabajo, en tal caso no te preocupes, lo haré bien.
Esa superioridad y la falta de tacto le sacaban de sus casillas. 
Quiero que vuelva Clara!! Suplicó para sí.

- De acuerdo entonces, a trabajar
- Si me necesitas aquí estoy. -Dijo Sara sin saber muy bien porque.

Desde su mesa observaba a Olga, pelo largo bien cuidado, ropa cara y moderna, complementos llamativos y mirada amenazante. Esa mujer no era trigo limpio y a Sara la intimidaba demasiado, no se sentía a gusto.
Olga salió de su despacho, aparentemente aburrida, con ganas de joder un poco y se colocó detrás de Sara.

Sus manos se apoyaron en lo hombros de ella.
Sara se quedó inmóvil sin saber que estaba ocurriendo ni como poder evitarlo. Esas asquerosas manos sobaban sus espalda.


Se levantó con lo ojos inyectados en sangre, miró a Olga y se apartó de su lado con desprecio.


- ¿Qué haces, chica? - Le dijo Olga con mala leche.
- Quieres algo. -Contestó Sara con  miedo por la reacción, aunque terriblemente asqueada.
- Sí, quiero que te sientes, trabajes y te calles.


Sara se quedó muerta, de pie en frente de su mesa, no podía hacerse con la situación tan horrible que estaba viviendo.
Bajó la cabeza y se sentó.
Olga se dirigió a su despacho. Sara se tranquilizó un poco, aunque sabía que Olga se iba muy enfadada.
Al cabo de unos minutos, Olga volvió a su mesa. Llevaba entre los brazos un montón de carpetas, las soltó contra el escritorio tirando un bote de bolígrafos que calleron al suelo.


- Quiero que revises todas estas cuentas, el informe lo quiero mañana a primera hora.
- Pero Olga... Esto no me da tiempo, es demasiado.
- Entonces contrataré a alguien que si pueda.
Sara miró con odio a Olga que le devolvió la mirada desafieante.
Cogió el primer archivo y empezó a revisar números que se volvían borrosos a consecuencia de las lágrimas que empezaban a humedecer los ojos de Sara.

 

domingo, 14 de noviembre de 2010

ROCIO:MUJERES DE MADRID

Rocío pintaba su nueva colección. La semana próxima iría a Nueva York a exponerla. Su buen amigo Albert siempre contaba con ella para tal evento, le encantaba, la pintura de su querida amiga con gran talento.
Con la que pasó horas en la universidad, haciendo de las suyas, estudiando, también. Claro está!!

Les costó, pero al fin lograron sacar la carrera que tanto les apasionaba a los dos, por lo que lucharían en un futuro para dedicarse a lo que mas les gustaba pintar.

Rocío pensaba en él, mientras terminaba uno de sus cuadros, que dejó a medias cuando fue hacerse la inseminación, pero que ya estaba a punto de terminar.
Tenia media sonrisa, pues añoraba aquellos tiempos, mientras daba las últimas pinceladas, recordaba, momentos de aquellos años, cuando Albert le dijo que era homosexual, ella le contestó. -¿Y? Te quiero, a mi me importa un pimiento. Eso les unió aún más.
Lo que no le gustaba mucho a Rocío es que le quitara los hombres. Alguna que otra vez eso ocurrió.
Volvió a la realidad, miró hacía el cristal, abajo en la galería Rosa hablaba con alguien.
Un hombre alto y guapo le sonaba su cara, pero no distinguía bien quien era, pues desde esa distancia no veía bien.
Lo que si vio es que Rosa la llamaba, parecía que ese hombre preguntaba por ella.

Bajaba intrigada por las escaleras, no tenía ninguna cita hoy, tampoco había quedado con ningún cliente, ni proveedores. Entonces quien era eso hombre que a Rocío le sonaba tanto?

En la última escalera se paró en seco, frente a ella a una distancia en la que podía reconocerle perfectamente, le vio, algo que no podía imaginarse después de tantos años.
Ángel estaba cambiado, tan atractivo como siempre, pero ese pelo negro dejaba ver unas pocas canas.
Las arrugas de su cara le hacían más interesante y sus vivos ojos eran más verdes que nunca.
El paso de los años le habían sentado bien. 
Hacia cinco años que no le veía, casi ya no se acordaba de él, pero reconoce para sí, que de vez en cuando inunda sus tranquilos pensamientos.
Después de la impresión y de haberle observado detenidamente, empezó a cambiar sus sentimientos, ahora se sentía enfadada recordando como desapareció de su vida.



 - Pero ¿Qué haces tú aquí?
- ¿No te alegras de verme?
- Que se yo.. Deja que piense... No. -Terminó diciendo Rocío al fin.
- Llevo tiempo buscándote, un cliente tuyo conocido mío me habló de ti.
Siento haberme presentado así.
Rocío tenía ganas de llorar y al tiempo unas ganas locas de saber más de él. Ángel la miraba con esos ojos que ella conocía muy bien.

En su presencia se sentía vulnerable, estuvo guardando esos sentimientos en el fondo del cajón de su corazón, mucho tiempo, no quería sacarlos ahora que estaba feliz. O eso creía ella.

-Tomamos un café.
-Para que.
-Para hablar.
-Hablar de que.
-Rocío por favor, te necesito.

Rocío, luchó, luchó con todas sus fuerzas para no caer en sus brazos, para no perder la batalla entre su cabeza y su corazón.
Pero le fallaron, dejó por esta vez que su corazón ganara y hablara por ella.
Entonces le dijo que si.

domingo, 7 de noviembre de 2010

IRENE: MUJERES DE MADRID



Irene, se subía sus botas negras hasta la rodilla, algo con lo que se veía muy sexy.
Terminó poniéndose su gabardina roja con el cinturón tan apretado que le cortaba la respiración, pero se le marcaba su cinturita de avispa.


Cogió las llaves del coche, el bolso y salió por la puerta, dispuesta a conseguir el aprobado del artículo que había terminado, por su exigente jefa Olga.


Tenia buena pinta, le costó más de lo que ella esperaba, pues el enfoque dado era arriesgado, no todos los que leyeran esas palabras, sabrían entender el mensaje que ella, entre lineas quería ofrecer.
Pero aún así estaba satisfecha.




Irene entró en la redacción, algo no iba bien. Todos con los ojos puestos en sus ordenadores, sentaditos como niños buenos, haciendo que trabajan. Uf!! que raro, con el cachondeo que tenemos siempre. Esto no huele nada bien.


Llego a su mesa, se quito la gabardina y dejó al descubierto su vestido negro que la sentaba como un guante, el que combinaba con un cinturón dorado.
Se le acercó a urtadillas Marisa.


- Hola Irene. -Le habló tan bajo que tuvo que intuir el hola.
- ¿Qué pasa porqué hablas en voz baja? -Irene la imitó.
- El jefazo anda por ahí.
- Ah!! viene a conocerme soy la única que no le ha visto y llevo aquí trabajando casi cuatro meses.
- Si claro, te crees el ombligo del mundo, yo tampoco le conozco y llevo más tiempo que tu. 
Esta mañana se rumoreaba que van a cortar cabezas. Vamos que a la puta calle!! más de uno.
- Joder!! Que putada acabo de entrar seguro que soy la primer.
- Tu y muchos más, por lo visto, fusionan la revista con otra editorial y la gente sobra.


Irene pasó de la euforia por el artículo a la angustia de quedarse sin trabajo.




De pronto le vino el agradable recuerdo del hombre que conoció en el bar. Con el que quedó esa misma noche y disfrutó de lo lindo.
Pensaba como la trató. Primero llevándola al sitio más romántico que había visto en su vida.
La tenue luz, teñía la estancia, abarrotada de mesas de madera, salpicadas, cada una de ellas, en sitios estratégicos, ideal para no ser molestados.


Ese hombre le hizo sentir especial, sus ojos negros, se clavaban en sus labios, dispuestos a ser besados.


Irene volvió a la realidad y se asustó. Quizás se estuviera enamorando.
Quita, Quita!! No puede ser, soy un chica libre y así quiero seguir.
Pero sentía mariposillas revoloteando en su estómago.
Mierda!! No puedo quitármelo de la cabeza. Tampoco se mucho de él. Pero Irene quería seguir conociendo a ese hombre que la hizo estremecer.
Miró hacía la puerta, cuatro hombres trajeados se acercaban por el pasillo. Uno de ellos lideraba el grupo.
Marisa le hizo un gesto y le indicó quien era el jefazo.


Ella le miró, ese hombre guapo, alto y moreno, con lo ojos más negros que el tizón, con el que había pasado una noche de escándalo, se acercaba por la redacción, gesticulando, haciéndoles gestos a los otros tres.
Entonces las mariposillas se le vinieron a la boca, Irene estuvo a punto de vomitar encima de la mesa.

martes, 26 de octubre de 2010

MUJERES DE MADRID


Ese día el café estaba más lleno que nunca. Las tres chicas estaban de pie en la barra.
De fondo la música de Philps Collins, sonaba haciendo que sus cuerpos se balancearan a su son.

A su lado tres hombres se fijaron en ellas, Irene se dio cuenta, porque ella también se fijó en ellos, sobre todo en uno en particular.
Un hombre alto y guapo, moreno y con unos ojos negros que se clavaban en ella, sin dejar de mirarla ni por un solo instante. Esperando quien daba el primer paso.

Una mesa quedó libre, Rocío salió corriendo, como poseída, empujando a todo aquel que se interpusiera en su camino.
Llegó a su objetivo, sentándose en la silla, rendida por el esfuerzo hecho.
Sara la siguió más tranquila deleitándose con el contacto de la gente, hasta que llegó, se sentó mirando a Roció, que tenía su sonrisa picarona.

Irene se quedó hablando con aquel tipo.
Sus ojos negros como el tizón, penetraban en ella como el hilo en la aguja, recorriendo su cuerpo que seguro deseaba.

Al cabo de un rato, Irene volvía a la mesa con una sonrisa de oreja a oreja.



- No me digas más. Has quedado con él. ¿A qué si?
- Si, si!! Esta noche tendré sexo con un tío veinte años mayor que yo. Después de lo del veinte añero, idiota!! Necesito un hombre hecho y derecho.
- ¿Qué pasó con el veinte añero? -Preguntó Rocío intrigada.
- No quería ponerse el condón, el muy cretino me dejó tirada en el servicio, más mojada que la taza del water, que por cierto estaba asquerosa.
- Así no va, el alcohol y las drogas hacen que hagamos cosas que de otra manera no haríamos.
- El problema es la falta de información, o el poco interés que se pone en ello, creemos que lo sabemos todo. - Apuntó Sara.
- Bueno y vosotras que os contáis.
- Yo me encontré con Rebeca en París. - Dijo Sara
- Ah!! Tu rollete de la universidad, bueno más que rollete. Esa chica era un encanto. No se como la dejaste escapar.
- Ya, yo tampoco pero ya sabéis, mis comeduras de tarro. 
Me lo hice con ella, nos fuimos a su casa. -Sara lo dijo bajando la cabeza.
- ¿Y que problema hay?
- No, ninguno. Rebeca tiene cáncer de mama, esta mejor, aunque lo ha pasado mal, ella lo cuenta como si nada, como si fuera algo normal, quizás lo tenga asumido. Es tan optimista que asusta, tan alegre que te hace sentir culpable, por tener más miedo tu que ella. Resumiendo lo lleva genial.
- Sigo sin ver el problema.
- Le falta el pecho derecho, aquello me impactó más de lo que podía esperar. Tuve sentimientos encontrados quería irme, besarla, hablar sin más, desaparecer para siempre, decirla que ahí estaba yo para lo que hiciera falta, tantas cosas se me pasaron por la cabeza, que ella se dio cuenta. Su rostro cambió y  ella fue la que me animó a mí.
Pese a todo no desaproveche la ocasión.
- Pues hiciste bien, espero que no sufra,esa chica te quería de verdad.
-Lo se, pero la enfermedad ha hecho que se tome la vida de otra manera, así que hablamos del tema y todo quedo claro.


Rocío estaba inquieta, dentro de unos días se haría su primera Invitro, deseaba que todo saliera bien. Por eso su cara era un poema, y sus amigas se dieron cuenta.


-¿Qué te ocurre Rocío? -Preguntó Sara preocupada.
- Estoy ansiosa, por hacerme la inseminación. Quiero que todo salga bien, pero no soy muy optimista, tengo miedo.
- Ya veras como todo sale bien, ten esperanzas, la ciencia abanza mucho, cada vez más. Esto será pan comido. - Dio Irene animando a su amiga.
Rocío merecía esa oportunidad. Aunque sabía también que la ciencia en casos de inseminación influía solo lo justo.
- Estoy de acuerdo con Irene. -Apuntó Sara también.


Las chicas terminaron sus cafés y siguieron hablando de sus inquietudes, experiencias y vivencia, animándose con todo el cariño que se tenían. Respetando la amistad y disfrutando del ambiente que reinaba en el local.
Mañana será otro día.

jueves, 21 de octubre de 2010

ROCIO< MUJERES DE MADRID

Su primer café de la mañana le calmaría los nervios. Rocío iría hoy a hacerse su primera invitro.

Lleva tanto tiempo esperando este momento, que el corazón se le sale por la boca, le tiemblan las piernas y el ansia no la deja dormir.

Se mira al espejo y las ojeras son más visibles que nunca, a sus treinta y tres años Rocío se ve mayor.

Estos meses han sido tan duros, para ella y para Juan, que necesita que todo salga bien, volver a repetir el tratamiento sería un auténtico suplicio. Pese a las ganas que tiene de ser madre.

Juan entra en la cocina, mira a Rocío con dulzura, no se fija si quiera en las ojeras, que tiene bajo los ojos color miel. Su sonrisa forzada le anima, pues piensa en el esfuerzo tan grande que hace para no "venirse abajo"
El le aporta todo lo que una mujer puede desear.
- Llegó el momento. ¿Estas bien?
- Sí, cansada y ansiosa, deseando que todo acabe y sobre todo que salga bien.
- Sabes que tienes que estar preparada para todo. ¿Verdad? 
- Tengo en la cabeza toda la información que nos han dado todo este tiempo, aparto en mi mente lo que no quiero que pase.
- Tienes que estar preparada para lo peor, sin descartar el optimismo. Acuérdate de lo que te ha dicho el psicólogo. - Dijo Juan preocupado por las ilusiones que ella pudiera hacerse.
- Ya lo se. Estoy preparada para todo, no te preocupes.


Rocío mintió a Juan para no preocuparlo más, su angustia era mayor de lo que aparentaba, sabía muchas cosas del tratamiento y no todo era bueno.
Podían pasar varias cosas que Rocío no quería ni pensar, pero por desgracia lo hacía, no podía evitarlo.

Ella sabe que tiene unas pocas oportunidades, tras varios ciclos de invitro disminuyen las posibilidades de embarazo y eso la asusta tremendamente, entre otras más cosas que puedan pasar.



Terminó su café y beso a Juan , se puso tan cerca de él que su olor la despertó de sus malos pensamientos, le miró a los ojos con deseo y él la correspondió.
Abrió las piernas y se sentó encima.
El la besó en la boca, mientras Rocío desabrochaba su camisa. Ella notaba como sus fuertes manos acariciaban su espalda, subiendo poco a poco el jersey que llevaba puesto.
Inmediatamente el jersey cayó al suelo, desabrochando segundos después el sujetador de Rocío.
La lengua de Juan buscaba sus pezones, dibujando una linea entre el cuello y sus pechos. 
Rocío se estremeció de placer, notando como en el interior de los pantalones aquello despertaba, abriéndose paso entre su ropa interior y los vaqueros.
Rocío desabrocho el botón y bajo la cremallera, saco con sus manos el miembro de Juan. Ella se levantó la falda.
Juan la cogió por la cintura y la subió encima de la mesa de la cocina, todo se fue al suelo, pero eso les puso aún más, tan calientes como las llamas de un fuego, culminaron encima de la mesa su pasión. Desinhibidos, dejaron en blanco sus mentes, se sintieron mas fuertes que nunca. Siempre se tendrían el uno al otro.

sábado, 9 de octubre de 2010

SARA; MUJERES DE MADRID

Sara y Sergio se fueron de viaje a París, ese fin de semana.
Sergio se quedó en la piscina del hotel, era un gran nadador se hacía los largos sin esfuerzo alguno practicaba, todos los estilos y muy bien por cierto.
Sara se levantó más tarde, el día era maravilloso, hacía un sol espléndio y se decidió a salir de compras, no sabía lo que duraria ese cielo tan azul.
Se recogió el pelo en una coleta, dejando unos rizos sueltos, se puso sus vaqueros viejos y una camiseta. Sus zapatillas más cómodas, pues pensaba caminar bastante, si no se estropeaba el tiempo.
Se guardaria un paraguas por si acaso llovía.

Pasear por las calles de París la inspiraba ternura, esa ciudad la apartaba de todo, su olor la evadía de sus pensamientos, la gente era educada y tranquila. 
El color de las calles la hacía sentirse segura. Por algo la llaman la "ciudad de la luz", pensó.
Miraba los escaparates de las tiendas, no es que la entusiasmara comprar, solo curioseaba, también aprovechaba para observar a la gente, a la que no conocía de nada, con la que no tenía la necesidad de hablar.

Entró en una tienda, la dependienta se acercó a ella, en un frances algo chapurreao, le preguntó si podía ayudarla.
Sara olía el aroma de ese bote que la inspiró el olor de su casa, cuando su madre limpiaba con agua y chorrito de jazmín, eso impregnaba la estancia, durando semanas sin que el olor se fuera.


Levantó la mirada cuando notó que le daban en el hombro.
-Sara!!
Sorprendida al oír su nombre.
- ¿Rebeca?
- Que casualidad!! ¿Qué haces por aquí?

Rebeca un rollete de la universidad, hacía años que no sabía de ella, pero siempre se llevaron bastante bien, cada vez que se acordaba de ella, le daba un vuelco el estómago.

- ¿Qué es de tu vida?
- Te puedo contar de todo. Puse esta tienda después de venirme a éste país que adoro. Lo elegí para curarme, tengo cáncer de mama.

Dijo la palabra cáncer con tanta naturalidad como se bebe el agua. Con el miedo que nos da a todos pronunciar esa palabra, Rebeca la dijo como si nada.
- Lo siento,  no lo sabía.
- Cómo lo vas a saber si no hemos hablado desde entonces. ¿Te acuerdas de ése día?

Sara nunca olvidaría el plantón que le dio a Rebeca, por querer ella irse a vivir con Sara. Entonces se entristeció aún más.

- Estoy mejor, no te preocupes, todo el mundo tiene la misma reacción cuando le hablo del tema, yo por el contrario, me siento afortunada. El tratamiento me ha funcionado muy bien, no es un camino de rosas pero, lo estoy superando con mucho ánimo. Lo único malo es que el pecho derecho me lo tuvieron que quitar. Pero aparentemente no se nota, ¿Verdad?

Sara miró sus tetas, se avergonzó de ello, porque pensó en esos pechos, que Rebeca tenía y que ella tocó, eran los más bonitos que Sara había visto nunca.

- Ya se lo que piensas!!
- A, si. -Dijo Sara sorprendida.
- Sí, te encantaría tomarte un café conmigo. ¿A qué sí?
Sara se ruborizó del todo.
- Me encantaría.
- Dejo a Lourdes, al cargo, es mi dependienta preferida. Tu ya me entiendes!! Y nos vamos

Recordaron viejos tiempo en el café. Sara se asustó tanto ese día que desapareció para siempre, cosa de la que se arrepintió muchos años, porque Rebeca era una tía genial.
Sara estaba tan obsesionada con que nadie supiera que era lesbiana que se fue sin dar explicación de lo que sentía. No estaba preparada, quizás nunca lo estuviera.

Acabaron en casa de Rebeca, Sara llamó a Sergio, contándole que llegaría más tarde, que cenara sin ella.

- Siempre te he querido Sara. ¿Lo sabes?
- Sí, lo se, pero yo...
Entre la tenue luz de la lámpara, las velas que Rebeca tenía por toda la casa y el vino, Sara se estaba chispando.
Rebeca se levantó sin aguantar más y besó a Sara en la boca, suavemente le acarició el pelo y Sara recordó como eran sus encuentros con ella.
Era tan vital, tan alegre que hacía de un mal día uno mejor, pero lo bueno que todavía seguía siendo así, eso le gustaba.
Sara la apartó no quería que Rebeca se hiciera ilusiones.

-¿Qué ocurre?
- Tengo miedo, que no quieras que me vaya, después de esto.
- He estado mucho tiempo sin ti, tengo una vida que me encanta y relaciones esporádicas que es lo que ahora mismo necesito, no te preocupes te dejaré marchar.
- Ven aquí. - Rebeca se la llevó al dormitorio. -Sienta.

Rebeca se quito la camisa y después el sujetador.
Sara se llevo las manos a los ojos, nada la había impactado tanto, nunca en la vida.
Rebeca se acercó, la separó las manos y las atrajo hacía su pecho. Sara no podía apartar la manos y Rebeca la besó.

_ Te sientes incómoda, te da mal rollo.
- Si
- No eres la única, yo me miro y vomito.
- No es por ti, quizás si apagas la luz.
- Está bien. Empecemos de nuevo.

Con la luz apagada Sara se trasladó años atrás, cuando la dos se amaban, jugando con su cuerpo, sin cicatrices , sin ataduras, libres como pájaros volando el cielo, entre nubes de algodón.