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sábado, 9 de octubre de 2010

SARA; MUJERES DE MADRID

Sara y Sergio se fueron de viaje a París, ese fin de semana.
Sergio se quedó en la piscina del hotel, era un gran nadador se hacía los largos sin esfuerzo alguno practicaba, todos los estilos y muy bien por cierto.
Sara se levantó más tarde, el día era maravilloso, hacía un sol espléndio y se decidió a salir de compras, no sabía lo que duraria ese cielo tan azul.
Se recogió el pelo en una coleta, dejando unos rizos sueltos, se puso sus vaqueros viejos y una camiseta. Sus zapatillas más cómodas, pues pensaba caminar bastante, si no se estropeaba el tiempo.
Se guardaria un paraguas por si acaso llovía.

Pasear por las calles de París la inspiraba ternura, esa ciudad la apartaba de todo, su olor la evadía de sus pensamientos, la gente era educada y tranquila. 
El color de las calles la hacía sentirse segura. Por algo la llaman la "ciudad de la luz", pensó.
Miraba los escaparates de las tiendas, no es que la entusiasmara comprar, solo curioseaba, también aprovechaba para observar a la gente, a la que no conocía de nada, con la que no tenía la necesidad de hablar.

Entró en una tienda, la dependienta se acercó a ella, en un frances algo chapurreao, le preguntó si podía ayudarla.
Sara olía el aroma de ese bote que la inspiró el olor de su casa, cuando su madre limpiaba con agua y chorrito de jazmín, eso impregnaba la estancia, durando semanas sin que el olor se fuera.


Levantó la mirada cuando notó que le daban en el hombro.
-Sara!!
Sorprendida al oír su nombre.
- ¿Rebeca?
- Que casualidad!! ¿Qué haces por aquí?

Rebeca un rollete de la universidad, hacía años que no sabía de ella, pero siempre se llevaron bastante bien, cada vez que se acordaba de ella, le daba un vuelco el estómago.

- ¿Qué es de tu vida?
- Te puedo contar de todo. Puse esta tienda después de venirme a éste país que adoro. Lo elegí para curarme, tengo cáncer de mama.

Dijo la palabra cáncer con tanta naturalidad como se bebe el agua. Con el miedo que nos da a todos pronunciar esa palabra, Rebeca la dijo como si nada.
- Lo siento,  no lo sabía.
- Cómo lo vas a saber si no hemos hablado desde entonces. ¿Te acuerdas de ése día?

Sara nunca olvidaría el plantón que le dio a Rebeca, por querer ella irse a vivir con Sara. Entonces se entristeció aún más.

- Estoy mejor, no te preocupes, todo el mundo tiene la misma reacción cuando le hablo del tema, yo por el contrario, me siento afortunada. El tratamiento me ha funcionado muy bien, no es un camino de rosas pero, lo estoy superando con mucho ánimo. Lo único malo es que el pecho derecho me lo tuvieron que quitar. Pero aparentemente no se nota, ¿Verdad?

Sara miró sus tetas, se avergonzó de ello, porque pensó en esos pechos, que Rebeca tenía y que ella tocó, eran los más bonitos que Sara había visto nunca.

- Ya se lo que piensas!!
- A, si. -Dijo Sara sorprendida.
- Sí, te encantaría tomarte un café conmigo. ¿A qué sí?
Sara se ruborizó del todo.
- Me encantaría.
- Dejo a Lourdes, al cargo, es mi dependienta preferida. Tu ya me entiendes!! Y nos vamos

Recordaron viejos tiempo en el café. Sara se asustó tanto ese día que desapareció para siempre, cosa de la que se arrepintió muchos años, porque Rebeca era una tía genial.
Sara estaba tan obsesionada con que nadie supiera que era lesbiana que se fue sin dar explicación de lo que sentía. No estaba preparada, quizás nunca lo estuviera.

Acabaron en casa de Rebeca, Sara llamó a Sergio, contándole que llegaría más tarde, que cenara sin ella.

- Siempre te he querido Sara. ¿Lo sabes?
- Sí, lo se, pero yo...
Entre la tenue luz de la lámpara, las velas que Rebeca tenía por toda la casa y el vino, Sara se estaba chispando.
Rebeca se levantó sin aguantar más y besó a Sara en la boca, suavemente le acarició el pelo y Sara recordó como eran sus encuentros con ella.
Era tan vital, tan alegre que hacía de un mal día uno mejor, pero lo bueno que todavía seguía siendo así, eso le gustaba.
Sara la apartó no quería que Rebeca se hiciera ilusiones.

-¿Qué ocurre?
- Tengo miedo, que no quieras que me vaya, después de esto.
- He estado mucho tiempo sin ti, tengo una vida que me encanta y relaciones esporádicas que es lo que ahora mismo necesito, no te preocupes te dejaré marchar.
- Ven aquí. - Rebeca se la llevó al dormitorio. -Sienta.

Rebeca se quito la camisa y después el sujetador.
Sara se llevo las manos a los ojos, nada la había impactado tanto, nunca en la vida.
Rebeca se acercó, la separó las manos y las atrajo hacía su pecho. Sara no podía apartar la manos y Rebeca la besó.

_ Te sientes incómoda, te da mal rollo.
- Si
- No eres la única, yo me miro y vomito.
- No es por ti, quizás si apagas la luz.
- Está bien. Empecemos de nuevo.

Con la luz apagada Sara se trasladó años atrás, cuando la dos se amaban, jugando con su cuerpo, sin cicatrices , sin ataduras, libres como pájaros volando el cielo, entre nubes de algodón.

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